Placer Sentado sobre el cuerpo, mis manos sujetaban sus pómulos aun calientes. Contemplé mis brazos llenos de cicatrices autoinfringidas. Sólo aquél que ha sufrido la mordedura de Dios en el alma es capaz de entender el placer sentido cuando, por un instante, mientras la cuchilla atraviesa la carne y la piel, el corazón deja de amartillar el pecho. Entonces, en ese instante, sentí la misma sensación. El descanso, el nirvana: el placer elevado al orgasmo.
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