A aquella chica que enfermó Los rayos ultravioletas se abren paso por tus sangrantes pupilas. Al alba contemplas el principio de tu último día, el irónico nacimiento de la muerte.
La inmensidad del azul se clava en el recuerdo. Los ojos esperanzados que destruyen la persona; contemplan la grandiosidad del mar que ennegrece el corazón: el roedor del alma azul.
Anochece y con la oscuridad recobras las alas que te quitaron al nacer. Vuelas y lloras. Lloras y cae la ultima roja gota por la sangre de sacrificios no derramada. Lloras por la sangre de sacrificios vanales. Los ríos de sangre derramados metaforean en tus mejillas. Suspiras, aguardas paciente su llegada. "Descansa, te aguarda el descanso eterno". Sonríes y duermes. Hasta siempre.
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